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    martes, 26 de marzo de 2019

    La Rebelión de los Campesinos extremeños.1936



    El día que Extremadura se levantó
     
    25 de Marzo,
     el verdadero Día de Extremadura




    Campesinos extremeños,

    tras llevar a cabo la ocupación de fincas.



    Trabajador@s extremeños




    Campesinos de Badajoz llevando a cabo

     la ocupación de fincas.




    Celebración del 1 de Mayo de 1936,

      Fregenal de la Sierra (Badajoz)





     Campesinos extremeños 1936.







    Portada de la revista francesa
     "Regards" de 1936.




    Instrucciones de la FETT 



    Modelo de acta de comparecencia,
     que se adjuntaba con las instrucciones.

    Instrucciones de la FETT

    Cinco de la madrugada 
    del día 25 de marzo de 1936. 

    Como por ensalmo, en 280 pueblos
     de Extremadura más de 60.000
     campesinos se concentran 
    “provistos de azada y demás instrumentos
     propios para efectuar un deslinde”. 

    Sin hacer ruido apenas, 
    se juntan en las afueras de los pueblos
     y emprenden el camino hacia las
     3.000 fincas señaladas.

     Se está gestando la ocupación
     de tierras más multitudinaria
     que han visto los tiempos.


    Un grandioso movimiento de labradores

     sin tierra, yunteros, braceros y 
    jornaleros de toda condición,
     viene buscando la aurora, quebrando 
    los albores de una nueva época.

     En el aire tiembla la imperecedera
     utopía campesina, el sueño centenario
     de la reforma agraria.

     “Evitad los choques con las fuerzas 
    del orden público.

     Pero ni un solo paso atrás.
     Aquí estoy y aquí me quedo”, 
    esa es la consigna.
     Burros, azadas, arados, puños en alto, 
     gritos de Viva la República: 
    esas son sus subversivas armas.

     Una conmoción atraviesa Extremadura
     de punta a punta, como lo hacen
     el Tajo y el Guadiana.

     Ese día, ante el asombro de propios 
    y extraños, está floreciendo en el campo
     extremeño la semilla sembrada
     durante años de explotación,
     regada con sudor y hambre.

    El 25 de marzo ha triunfado.


     No hay guardia civil suficiente para detener
     tanto anhelo de justicia, tanta ansia
     de redención. Una larga resistencia de siglos
     se condensa en esa jornada de liberación. 

    En Extremadura, desde tiempos 
     inmemoriales, la tierra ha estado
     concentrada en manos de unos pocos.

     La Corona, la Iglesia,
     las Órdenes Militares, la nobleza,
     la burguesía, los dueños absentistas 
    se han ido pasando de mano en mano
     la propiedad de la tierra al tiempo
     que oprimían descarnadamente al
     campesino, manteniéndolo justo en
     el límite de la supervivencia. 

    Ahora, en esta primavera insumisa 
    está cuajando la repulsa de generaciones
     de jornaleros al desafuero hecho ley,
     al despojo de los bienes comunales,
     a la mercantilización de la tierra, a la 
    desamortización para gloria de la burguesía.

     En este marzo de esperanza resuenan

     las ocupaciones del sexenio revolucionario
     (1868-1874), el bandolerismo social,
     la asociación Germinal y el primer Congreso
     Obrero en la Torre de Miguel Sesmero (1901),
     los motines del pan, la represión a los
     rebusqueros, el caciquismo, Castilblanco,
     los 600 jornaleros extremeños
     encarcelados en junio de 1934,
     los incontables muertos, la paciente
     siembra de otro mundo posible sin explotación
     donde al fin puedan hermanarse las
     palabras Tierra y Libertad.

    “En Extremadura es donde los

     yunteros se habían convertido
     en el grupo campesino más politizado
     de España”, escribió Malefakis.
     O lo que es lo mismo, más consciente,
     más organizado, más capaz de representar
     el interés general de la sociedad.

     La clase obrera campesina de Extremadura
     se hizo pueblo y le dio la vuelta a la vieja
     cantinela del extremeño domesticado;
     como recuerda Víctor Chamorro,
     donde ponía
     “Bienaventurados los mansos
     porque ellos poseerán la tierra
     (de arriba)”, el pueblo inscribió un
     nuevo rótulo: 
     “Bienaventurados los bravos
     que se atrevan a defender su derecho
     a la tierra (de abajo), porque de ellos
     será un trozo de tierra arable, 
     pisable, con la que combatir el hambre
     y con la que cambiar la vergüenza 
     del hambre por la dignidad”.

    ¿Cómo es posible que la inmensa 

    mayoría de los extremeños
     y extremeñas desconozcan la
     mera existencia de esta fecha
     en la que, además, con toda seguridad
     participaron algunos de sus familiares?
     ¿Cómo se explica que este hito
     histórico tan trascendental en la 
    historia de Extremadura y de España
     no sea objeto de estudio, al menos, 
    en todos los Institutos de nuestra tierra?
     La respuesta está en el presente.

     El 25 de marzo quema.
      A pesar de que han pasado 80 años
     todavía levanta sarpullidos
     entre las clases dominantes.
     Y si quema es porque esa
     fecha resume la historia de
     Extremadura pero, 
    sobre todo, porque interpela
     a nuestro presente.


    ¿qué pasó después del 25 de marzo? 
    Después vino la venganza de los
     señoritos, el golpe militar,
     la sangre corriendo a borbotones en
     la Plaza de Toros de Badajoz,
     el plan de exterminio de todos los
     que habían osado participar
    en las ocupaciones y asentamientos.

     Como ha explicado magistralmente
     Francisco Espinosa, las ocupaciones 
    campesinas, lo que él ha llamado la 
    primavera del Frente Popular, son
     el vaso que colma los miedos
     y el afán de represalia de las 
    clases dominantes.

     Por si quedaba dudas, Franco se
     instala en el Palacio cacereño 
    de los Golfines el 26 de agosto de 1936 
    y es allí aclamado como jefe de Estado.

    “Hay que dar un escarmiento 

    que llegue a la décima generación”,
     afirman sin rubor. La alianza de heraldos, 
    caciques, tricornios y bonetes impone 
    una represión brutal.

     La nueva situación “
    supone tal abismo que sólo puede 
     ser percibido como la materialización
     de un nuevo modo de vida creado
     específicamente para seres 
    considerados inferiores y
     carentes de todo derecho”.

    Tras la derrota, vuelven el cortijo, el
     “a mandar que para eso estamos”,
    Azarías y Paco el Bajo, la humillación como 
    cotidianidad para el campesino.

    Y después del genocidio político, 

    el genocidio social.
     Represión, colonización y emigración 
    son las tres palabras que resumen
     los 40 años de dictadura en Extremadura.

     El Plan Badajoz lavaba la cara al
     régimen pero fortificando los intereses
     de los terratenientes. Y al pueblo llano
     se le condenabaa coger la maleta. 
    Entre 1950 y 1977
     emigraron de Extremadura
     645.000 personas, es decir, 
     el 45% de su población;
     de esos emigrantes, la mayor parte
     tenía entre  20 y 40 años.

     Este éxodo de miles de jóvenes
     hundió aún más en la pobreza 
    y el subdesarrollo a nuestra tierra.

    La transición democrática no hizo

     frente a las injusticias estructurales.

     El saqueo de Extremadura continuó
     por otros medios. Los herederos del 
    orgulloso terrateniente de la autarquía
     se convirtieron al neoliberalismo o
     al social-liberalismo, pero eso sí,
     pasando a ser los principales 
     beneficiario de las subvenciones
     comunitarias. 

    A pesar de los conatos de lucha
     popular (Valdecaballeros, movimiento
     obrero, jornaleros), las clases
     dirigentes pudieron renovar
     sus élites sin grandes trastornos.
     Y el sueño de la reforma agraria
     se enterraba con paletadas combinadas
     de PER, reconversión agraria y “
    feroces” amagos mediáticos de
     expropiación por parte de la Junta.

     Un nuevo clientelismo político que
     tomaba el relevo al veterano
     caciquismo, acompañaba a la 
    modernización económica que, en lo
     fundamental, mantenía intactos los 
    pilares de las relaciones 
    de propiedad y de dominio.

    Justamente una de las mejores expresiones

     simbólicas del gatopardismo en Extremadura,
     del que todo cambie para que nada cambie,
     fue la fecha elegida como Día de Extremadura.
     “¿Se le ha aparecido al presidente 
    de la Junta de Extremadura 
    la Virgen de Guadalupe?”
     preguntó con sorna el diputado 
     comunista Manuel Parejo ante el anuncio 
    sorpresivo de la fecha impuesta por Ibarra.

     Mientras que en Andalucía se entronizaba 
    el 28 de febrero, momento de afirmación 
    del pueblo andaluz frente al gobierno
     central o en Castilla-León se elegía la
     referencia de los Comuneros de Villalar,
     en Extremadura se hacía coincidir
     el Día de la Comunidad con la tradicional 
     peregrinación al Monasterio de Guadalupe,
     mezclando lo religioso y lo político,
     seleccionando así uno de los emblemas 
    preferidos de los resignadores y 
    del nacional-catolicismo.

    Y llegamos a nuestros días. 
    Hace unas semanas se hacía público 
    que el jeque árabe propietario del 
    Manchester City, Mansour bin Zayed, 
    es el nuevo propietario de la Rusal,
     una finca de 8.200 hectáreas en el
     término municipal de Valencia de las Torres.

     Ya se sabe: en Extremadura la tierra 
    sigue siendo “para las ovejas, los
     caballos, las rehalas, los toros de lidia
     y los cerdos ajenos.

     Para el jornalero sólo tierra estrecha
     y la diáspora de sucesivas extremaduras 
    trashumantes” (Víctor Chamorro). 

    Y mientras tanto, una nueva oleada
     de emigración se inicia en nuestra tierra.

    Ante nosotros, una nueva acumulación
     de capital basada en el despojo
     de las clases populares a la que llaman 
    neoliberalismo o austericidio.

     Pero ante nosotros también el despertar 
    del pueblo, la posibilidad de un cambio
     real, por primera vez en décadas. 

    Y es ahí donde brilla, como un recuerdo
     en un instante de peligro, la memoria
     del 25 de marzo. Una fecha que nos
     habla del orgullo, del empoderamiento 
    y del coraje de un pueblo, que crea
     identidad extremeña. 

    Que resume la lucha de las 
    generaciones de Extremadura contra
     la explotación, la servidumbre y el 
     subdesarrollo. Que nos dice que ha
     de cumplirse “la voluntad de la Tierra
     que da sus frutos para todos”. 

    El 25 de marzo es la Laguna de 
     Ruidera de la historia de Extremadura,
     su momento más alto.

     Ese día germinó la semilla de la
     dignidad extremeña, regada por el
     esfuerzo diario y el coraje continuo 
    de quienes no forman parte de la 
    historia “oficial” de Extremadura.

    Una luz cegadora llega hasta 
    nuestros días. No es historia, 
    es presente, es tiempo-ahora, es 
    pasado de lucha en el que encender
     la chispa de la esperanza.

     Sí, “existe una cita secreta entre 
    las generaciones del pasado y 
    la nuestra”, como decía Walter Benjamin. 

    Y en Extremadura la cita secreta
     inapelable entre las generaciones 
    de oprimidos de ayer y de hoy se
     llama 25 de marzo.

     Ha llegado la hora de reclamar 
    que éste sea el nuevo 
    Día de Extremadura.

    25 de Marzo,
    el verdadero Día de Extremadura




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